lunes, 24 de marzo de 2014

Ilya Prigogine
Prigogine nació en Moscú, Rusia, en un hogar de origen judío. Huyó con su familia en 1921, tras la constitución de la URSS, hacia Europa Occidental, estableciéndose en Bélgica en 1929.
Estudió química en la Universidad Libre de Bruselas en Bélgica, donde fue profesor de fisicoquímica y física teórica a partir de 1947. En 1959, se convirtió en el director del Instituto Internacional de Solvay de Bruselas. Fue asimismo catedrático de química en la Universidad de Chicago y de física e ingeniería química en la Universidad de Texas en los Estados Unidos, donde fundó en 1967 el Instituto de Mecánica Estadística y Termodinámica. En 1989 fue nombrado vizconde por el rey Balduino de Bélgica.
Especialista en termodinámica, realizó investigaciones teóricas sobre la expansión de la termodinámica clásica en el estudio de los procesos irreversibles con la teoría de las estructuras disipativas. Utilizó la teoría del caos en sus investigaciones.
Ilya Prigogine fue un físico, químico, sistémico y profesor universitario belga de origen ruso, galardonado con el Premio Nobel de Química del año 1977 y en esa ocasión el Comité Evaluador informó que lo honraba con tal premio por crear teorías que salvan la brecha entre varias cien­cias, es decir, entre varios niveles y realidades en la naturaleza, que tras estudiar los sistemas cercanos al equilibrio, comenzó a investigar qué ocurre en situaciones alejadas del equilibrio, situaciones que sufren un gran bombardeo de energía desde el exterior. Enfoca el análisis de sistemas abiertos, complejos y en estados “alejados del equilibrio”. Los sistemas abiertos, son aquellos que intercambian materia y energía con el ambiente exterior (el cuerpo humano es un sistema abierto). Prigogine observa que cuando el flujo de energía se vuelve muy complejo produce grandes fluctuaciones en el interior del sistema.
Tales fluctuaciones resultan en una reorganización del mismo en una estructura de mayor complejidad. Esto a su vez, es la causa de nuevas fluctuaciones y por ende de mayor reorganización; en definitiva estamos asistiendo al proceso de evolución de los sistemas. Es la teoría de las estructuras disipativas, no sólo aplicable a las reacciones químicas, sino también a los ecosistemas e inclusive a la conducta de los seres humanos.
Autor de numerosos libros como Estudios termodinámicos de fenómenos irreversibles (1947), Tratado de termodinámica química (1950), Termodinámica de no equilibrios (1965), Estructura, disipación y vida (1967) o Estructura, estabilidad y fluctuaciones (1971). Al lado de Isabelle Stengers escribió: El Fin de las certidumbres, y el clásico La nueva alianza.
Por otro lado, en su libro el nacimiento del tiempo lo que Ilya expone en él son cuestiones acerca del tiempo, el cual, se sospecha, no viene determinado como resultado de la singularidad del Big Bang, sino que ya venía precedido, y que todo este vasto despliegue de materia que pulula por el espacio no es sino una diminuta derivación de otro estado físico, o quien sabe qué cosa anterior al Big Bang. Sus indagaciones vienen sopesadas por las leyes de la termodinámica. Ideas complejas que señalan a mundos todavía indiscernibles pero que cada vez están más presentes aun a expensas de nuestras limitadas capacidades cognitivas. Aquí no todo cabe, pero sí aquello que nos atañe y pueda al menos descifrarse mínimamente.
Grandes misterios como el futuro y origen del universo, la irreversibilidad de los acontecimientos, y la estructura del tiempo son sus principales temas. La ciencia sólo puede describir fenómenos repetibles. Si ha habido un fenómeno único, una singularidad como la del Big Bang, se ubican  ante un elemento que introduce aspectos cercanos a lo trascendental, que escapan a la ciencia.
Para Prigogine tiempo y eternidad son dos conceptos diferentes. El tiempo no es la eternidad, ni es el eterno retorno. La estructura del espacio-tiempo está ligada a la irreversabilidad pero el tiempo no es solamente irreversibilidad, devenir y evolución. No  se puede hablar de un nacimiento del tiempo pero sí de un nacimiento de  tiempo actual  así como de un nacimiento del Universo. Es una convención humana contar el tiempo a partir de un acontecimiento, como por ejemplo, el nacimiento de Cristo.
Teoría de las “estructuras disipativas” de Ilya Prigogine    
La tesis fun­da­men­tal de Ilya Pri­gogine (1986, 1988), la que le hizo acreedor del Pre­mio Nobel,  está rela­cio­nada con su “teoría de las estructu­ras disipativas”. En la naturaleza de los seres vivos se da una “tendencia al orden”, ya que son siste­mas a­biertos
Esta teoría desmiente la tesis de la ciencia tradicional, para la cual la emergencia de lo nuevo era una pura ilusión, y que consideraba la vida en el universo como un fenómeno fruto del azar, raro e inútil, como una anomalía accidental en una lucha quijotesca contra el absoluto dictamen de la segunda ley de la termodinámica y de la entropía, que terminaría inexorablemente en la muerte térmica como perspectiva final. Prigogine invierte completamente este modo de ver las cosas.
La teoría de Prigogine resuelve el enigma fundamental de cómo los seres vivos “van hacia arriba” en un universo en que todo parece “ir hacia abajo”. En efecto, los seres vivos son sistemas abiertos, es decir, en interacción con su medio ambiente, y que decrecen o disminuyen su entropía precisamente a expensas de su entorno ambiental.
Esta teoría no se refiere exclusivamente a ciertos aspectos intrincados de la ciencia, como lo hace, por ejemplo, la teoría cuántica, sino que se relaciona con aspectos relevantes de la vida cotidiana. Ofrece un modelo científico de transformación a todo nivel, ya que explica el rol crítico de la “tensión” en la transformación y su ímpetu en la naturaleza. Los principios que rigen las estructuras disipativas  ayudan a entender los profundos cambios en psicología, aprendizaje, salud, sociología y aun en política y economía.
Para comprender la idea central de la teoría, hay que recordar  que en un nivel profundo de la naturaleza nada está fijo; todo está en un movimiento continuo; aun una roca es una danza continua de partículas subatómicas. Por otra parte, algunas formas de la naturaleza son sistemas abiertos, es decir, están envueltos en un cambio continuo de energía con el medio que los rodea. Una semilla, un huevo, como cualquier otro ser vivo, son todos sistemas abiertos.   Prigogine llama a los sistemas abiertos “estructuras disipativas”, es decir, que su forma o estructura se mantiene por una continua “disipación” (o consumo) de energía.
 Cuanto más compleja sea una estructura disipativa, más energía necesita para mantener todas sus conexiones. Por ello, también es más vulnerable a las fluctuaciones internas. Se dice, entonces, que está “más lejos del equilibrio.
 El continuo movimiento de energía a través del sistema crea las fluctuaciones. Si éstas alcanzan un cierto nivel crítico, perturban el sistema y aumenta el número de nuevas interacciones en el mismo. Los elementos de la vieja estructura entran en una nueva interacción unos con otros y realizan nuevas conexiones, y, así, las partes se reorganizan formando una nueva entidad: el sistema adquiere un orden superior, da “un salto cuántico”, más integrado y conectado que el anterior; pero éste requiere un mayor flujo de energía para su mantenimiento, lo que lo hace, a su vez, menos estable, y así sucesivamente.
 Prigogine, en su obra del caos al orden (1984), expone que su teoría ayudará a colmar el vacío existente entre las ciencias y las humanidades y supondría el “reencantamiento” de la naturaleza; es decir, no tendríamos una fisicalización de las humanidades, sino una humanización de las ciencias naturales.
Otro de sus más célebres libros, de título Tan sólo una ilusión, es una antología de diez ensayos (elaborados entre 1972 y 1982) en los que Prigogine habla con especial ahínco sobre este nuevo estado de la materia: las estructuras disipativas, asegurando que con estos novedosos conceptos se abre un “nuevo diálogo entre el hombre y la naturaleza”.