Ilya
Prigogine
Prigogine nació en Moscú, Rusia, en un hogar de origen judío. Huyó
con su familia en 1921, tras la constitución de la URSS, hacia Europa Occidental,
estableciéndose en Bélgica en 1929.
Estudió química en la Universidad Libre de
Bruselas en Bélgica,
donde fue profesor de fisicoquímica y física teórica a partir de 1947. En 1959, se convirtió en el director del Instituto Internacional de Solvay de Bruselas.
Fue asimismo catedrático de química en la Universidad de
Chicago y
de física e ingeniería química en la Universidad de Texas en los Estados Unidos,
donde fundó en 1967 el Instituto de Mecánica Estadística y
Termodinámica. En 1989 fue nombrado vizconde por el rey Balduino de Bélgica.
Especialista en termodinámica, realizó
investigaciones teóricas sobre la expansión de la termodinámica clásica en el
estudio de los procesos irreversibles con la teoría de las estructuras
disipativas. Utilizó la teoría del caos en sus investigaciones.
Ilya Prigogine fue un
físico, químico, sistémico y profesor universitario belga de origen ruso,
galardonado con el Premio Nobel de Química del año 1977 y en esa ocasión el Comité Evaluador informó
que lo honraba con tal premio por crear teorías que salvan la brecha entre
varias ciencias, es decir, entre varios niveles y realidades en la naturaleza,
que
tras estudiar los sistemas cercanos al equilibrio, comenzó a investigar qué
ocurre en situaciones alejadas del equilibrio, situaciones que sufren un gran
bombardeo de energía desde el exterior. Enfoca el análisis de sistemas
abiertos, complejos y en estados “alejados del equilibrio”. Los sistemas
abiertos, son aquellos que intercambian materia y energía con el ambiente
exterior (el cuerpo humano es un sistema abierto). Prigogine observa que cuando
el flujo de energía se vuelve muy complejo produce grandes fluctuaciones en el
interior del sistema.
Tales fluctuaciones resultan
en una reorganización del mismo en una estructura de mayor complejidad. Esto a
su vez, es la causa de nuevas fluctuaciones y por ende de mayor reorganización;
en definitiva estamos asistiendo al proceso de evolución de los sistemas. Es la
teoría de las estructuras disipativas, no sólo aplicable a las reacciones
químicas, sino también a los ecosistemas e inclusive a la conducta de los seres
humanos.
Autor de numerosos libros como Estudios
termodinámicos de fenómenos irreversibles (1947), Tratado
de termodinámica química (1950), Termodinámica de no equilibrios (1965), Estructura,
disipación y vida (1967) o Estructura,
estabilidad y fluctuaciones (1971).
Al lado de Isabelle
Stengers escribió: El Fin de las certidumbres, y el clásico La nueva alianza.
Por
otro lado, en su libro el nacimiento del tiempo lo
que Ilya expone en él son cuestiones acerca del tiempo, el cual, se sospecha,
no viene determinado como resultado de la singularidad del Big Bang, sino que
ya venía precedido, y que todo este vasto despliegue de materia que pulula por
el espacio no es sino una diminuta derivación de otro estado físico, o quien
sabe qué cosa anterior al Big Bang. Sus indagaciones vienen sopesadas por las
leyes de la termodinámica. Ideas complejas que señalan a mundos todavía
indiscernibles pero que cada vez están más presentes aun a expensas de nuestras
limitadas capacidades cognitivas. Aquí no todo cabe, pero sí aquello que nos
atañe y pueda al menos descifrarse mínimamente.
Grandes
misterios como el futuro y origen del universo, la irreversibilidad de los
acontecimientos, y la estructura del tiempo son sus principales temas. La
ciencia sólo puede describir fenómenos repetibles. Si ha habido un fenómeno
único, una singularidad como la del Big Bang, se ubican ante un elemento que introduce aspectos
cercanos a lo trascendental, que escapan a la ciencia.
Para Prigogine tiempo y eternidad son dos conceptos diferentes. El
tiempo no es la eternidad, ni es el eterno retorno. La estructura del
espacio-tiempo está ligada a la irreversabilidad pero el tiempo no es solamente
irreversibilidad, devenir y evolución. No se puede hablar de un nacimiento del tiempo
pero sí de un nacimiento de tiempo
actual así como de un nacimiento del Universo.
Es una convención humana contar el tiempo a partir de un acontecimiento, como
por ejemplo, el nacimiento de Cristo.
Teoría
de las “estructuras disipativas” de Ilya Prigogine
La tesis fundamental de Ilya
Prigogine (1986, 1988), la que le hizo acreedor del Premio Nobel, está relacionada con su “teoría de las
estructuras disipativas”. En la naturaleza de los seres
vivos se da una “tendencia al orden”, ya que son sistemas
abiertos.
Esta teoría desmiente la
tesis de la ciencia tradicional, para la cual la emergencia de lo nuevo era una
pura ilusión, y que consideraba la vida en el universo como un fenómeno fruto
del azar, raro e inútil, como una anomalía accidental en una lucha quijotesca
contra el absoluto dictamen de la segunda ley de la termodinámica y de la
entropía, que terminaría inexorablemente en la muerte térmica como perspectiva
final. Prigogine invierte completamente este modo de ver las cosas.
La teoría de Prigogine
resuelve el enigma fundamental de cómo los seres vivos “van hacia arriba” en un
universo en que todo parece “ir hacia abajo”. En efecto, los seres vivos son
sistemas abiertos, es decir, en interacción con su medio ambiente, y que
decrecen o disminuyen su entropía precisamente a expensas de su entorno
ambiental.
Esta teoría no se refiere
exclusivamente a ciertos aspectos intrincados de la ciencia, como lo hace, por
ejemplo, la teoría cuántica, sino que se relaciona con aspectos relevantes de
la vida cotidiana. Ofrece un modelo científico de transformación a todo nivel,
ya que explica el rol crítico de la “tensión” en la transformación y su ímpetu
en la naturaleza. Los principios que rigen las estructuras disipativas ayudan a entender los profundos cambios en
psicología, aprendizaje, salud, sociología y aun en política y economía.
Para comprender la idea
central de la teoría, hay que recordar
que en un nivel profundo de la naturaleza nada está fijo; todo está en
un movimiento continuo; aun una roca es una danza continua de partículas
subatómicas. Por otra parte, algunas formas de la naturaleza son sistemas
abiertos, es decir, están envueltos en un cambio continuo de energía con el
medio que los rodea. Una semilla, un huevo, como cualquier otro ser vivo, son
todos sistemas abiertos. Prigogine
llama a los sistemas abiertos “estructuras disipativas”, es decir, que su forma
o estructura se mantiene por una continua “disipación” (o consumo) de energía.
Cuanto más compleja sea una estructura
disipativa, más energía necesita para mantener todas sus conexiones. Por ello,
también es más vulnerable a las fluctuaciones internas. Se dice, entonces, que
está “más lejos del equilibrio.
El continuo movimiento de energía a través del
sistema crea las fluctuaciones. Si éstas alcanzan un cierto nivel crítico,
perturban el sistema y aumenta el número de nuevas interacciones en el mismo. Los
elementos de la vieja estructura entran en una nueva interacción unos con otros
y realizan nuevas conexiones, y, así, las partes se reorganizan formando una
nueva entidad: el sistema adquiere un orden superior, da “un salto cuántico”,
más integrado y conectado que el anterior; pero éste requiere un mayor flujo de
energía para su mantenimiento, lo que lo hace, a su vez, menos estable, y así
sucesivamente.
Prigogine, en su obra del caos al orden
(1984), expone que su teoría ayudará a colmar el vacío existente entre las
ciencias y las humanidades y supondría el “reencantamiento” de la naturaleza;
es decir, no tendríamos una fisicalización de las humanidades, sino una
humanización de las ciencias naturales.
Otro de sus más
célebres libros, de título Tan sólo una ilusión, es una antología de diez
ensayos (elaborados entre 1972 y 1982) en los que Prigogine habla con especial
ahínco sobre este nuevo estado de la materia: las estructuras disipativas,
asegurando que con estos novedosos
conceptos se abre un “nuevo diálogo entre el hombre y la naturaleza”.